¿Para qué soñamos? La ciencia lo explica

No soñar podría provocarnos enfermedades metabólicas, como la diabetes

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Desde tiempos muy remotos la humanidad sueña al dormir. Algunos sueños son muy vívidos, en ellos podemos sentir, oler y hasta saborear; en otros, sólo somos simples espectadores de nuestra propia historia. Soñar es una actividad que tenemos que realizar todos los días, porque de lo contrario, podríamos padecer varios problemas de salud.

De acuerdo con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cuando dormimos menos de lo que requerimos evitamos el proceso de funciones vitales, como la restauración de los sistemas neuronales. Al soñar, el cerebro se recupera de la actividad diaria y se fortalece.

Foto: Pexels

Restringir el sueño de nuestra vida nos hará sentir cansados, incluso nos haremos más “lentos” y, en los casos más graves, acelerará el surgimiento de enfermedades metabólicas y, por ende, reducirá la expectativa de vida.

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Son cuatro etapas las que confirman nuestro dormir, dos de ellas son ligeras y otras dos profundas. En el sesenta por ciento de una noche, el sueño es ligero y tiene una función de conservación de la especie, porque si hay algún peligro a nuestro alrededor lo detectamos y reaccionamos.

La primera etapa de las dos que son profundas dura 20 por ciento de una noche (es donde el cuerpo se restaura, donde producimos hormonas, neurotransmisores y nuevas células). El 20 por ciento restante, es la etapa en la que soñamos, denominada sueño MOR (Movimientos Oculares Rápidos), de acuerdo con especialistas de la UNAM.

Foto: Pexels

Es en la última etapa (MOR) en donde el cuerpo se encuentra absolutamente relajado por lo que podemos llegar a sentir que volamos, flotamos o sencillamente que no podemos movernos. Actualmente, el estrés, el estilo de vida y las exigencias diarias, no nos permiten llegar tan fácilmente a esta última etapa.

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Por tal motivo, expertos recomiendan que no hagamos del “dormir menos” una práctica común, que aprendamos a organizar nuestras responsabilidades y exigencias personales y profesionales para así poder descansar un mínimo siete horas diarias.

Con información de Gaceta UNAM

djm

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Redacción Panorama

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