Despertar los sueños

Cuando no sabemos adónde ir, es imposible llegar a donde no se sabe. Pero cuando tenemos claridad en el destino, hacemos lo posible por conquistar la meta.

Como seres humanos individuales, cada uno a su manera guardamos en el cerebro un surtido de objetivos que nos gustaría materializar, hacerlos realidad, ya que nuestro sistema los intuye como logros para su bien personal e incluso para nuestra felicidad.

La lista de deseos u objetivos puede ser infinita y va desde conseguir la armonía con las personas con las que tenemos más proximidad de cerebro y alma, establecer una nueva relación que excite los poros, descubrir a ese alguien que nos hace volvernos a ilusionar, hacer posible un viaje, entrar a un nuevo trabajo, leer un libro nuevo, perder esos kilos que a veces nos hacen ruido, cambiar de residencia, conocer una nueva ciudad, ese deseo por abrazar a nuestras personas favoritas que viven en otras ciudades, en fin…

Una infinidad de objetivos e ideales, de sueños personales e intransferibles que vamos construyendo y tejiendo a lo largo de nuestra vida.

A veces suena lógico que muchas de nuestras acciones las hagamos enfocándonos en hacer posibles nuestros deseos, porque si perdemos de vista los objetivos, entre más se pierde el tiempo, el tiempo se duerme y su capacidad de respuesta se alenta. Por eso es importante la acción, recordar que cuando tenemos objetivos, una manera viable de materializarlos es por medio de esta y de dar pasos que nos lleven y nos acerquen a la dirección deseada.

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La intención y la energía que le ponemos a los deseos para conseguir lo soñado requiere valor, perseverancia y paciencia, solo así crece la pasión y las neuronas del cerebro se activan para que químicamente también suceda el cambio.

Escuchar los deseos de nuestro corazón nos mantiene vivos, motivados, nos hace vibrar en una frecuencia de amor, de ilusión, de valentía. Tener un plan, un proyecto, es en definitiva el alimento más preciado para vivir una vida de alegría. Porque solo así encontraremos la chispa de energía que nos permite sentir en nuestro interior la sensación del retorno a la vida. Esta sensación de cuando tienes la cabeza bajo el agua y sales con mucha ilusión y respiras.

Me atrevo a usar la palabra, siempre, y en esta ocasión la voy a utilizar, porque si estoy convencida de que siempre hay que soñar, incluso para seguir despiertos.

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