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Dios: El espía sigiloso que guía el camino y sigue tus pasos

A Dios le gusta disfrazarse, y me gusta pensar que se divierte haciéndolo, cómo espía sigiloso

Dios: El espía sigiloso que guía el camino y sigue tus pasos
Dios, el guía sigiloso

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Al que siempre estamos buscando, siempre está a nuestro lado, disfrazado de mil formas para que podamos sentirlo, y que al descubrirlo sea un privilegio. Jamás se aleja, está en todo. Lo quieras o no lo quieras ver. Dios está en tu día a día.

En el minuto que se te hizo tarde porque olvidaste tu cartera y regresaste por ella y evitaste estar en un accidente. En las sábanas blancas y limpias de tu cama que te dan la bienvenida a una noche de descanso, silencio y paz.

En el comentario de una amiga cuando te dice, te tengo una propuesta. Que no sólo es un plan si no una confidencia. Dios está en tu perro cuando apoya la cabeza en tu rodilla mientras ves una película, es compañía y es lealtad.

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Está en los mensajes de WhatsApp de la gente que te quiere. Está en la medicina, que te tomas para sentirte mejor. En la firma que te da libertad.

En el video que te arranca lágrimas que sanan heridas invisibles y pesadas. Está en la sopa caliente que no sólo nutre el cuerpo, también sana el alma.

Está en el verde del pasto, en el rojo de las flores y en el azul del cielo. Está en cada gota de lluvia que cae

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Está en las cajas de la mudanza, sabiendo que si viene empacado en ellas tendremos mejor estancia.

En las muchas y diferentes religiones. Está en las cruces, en los elefantes con muchas manos, en las estrellas de seis picos y en las grafías árabes que adornan los templos.

Está en los libros, en los maestros más sensibles que te acercan a él, a través del conocimiento, en la literatura, en el arte, en la cocina.

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En las tradiciones, en las canciones, en los sombreros, las botas y las manos de los campesinos que ven crecer el trigo que llega a la mesa.

En las ojeras de las mamás que no duermen hasta que los suyos duerman.

En la fe de las personas que están privadas de libertad. Dios se disfraza de espacios de nada, de sonrisas de extraños y de actos de bondad a desconocidos.

Se disfraza de bastones, sillas de ruedas y palabras que no se pudieron pronunciar pero que se sienten.

Se disfraza de esperanza y certeza cuando tu corazón está roto. Se disfraza de llamada de FaceTime cuando se trata de ver a tus hijos cuando están lejos.

De infancias fáciles, de optimismo, de imaginación, de trabajo, de juego. Se disfraza en los niños, en la ternura, y en la inocencia.

De encontrar razones para amar cuando no las hay, de escribir poemas, de encontrar respuestas en los cuentos. Está en sentirse mal y saberse bien. Se disfraza en la sencillez.

Se disfraza donde no hay tiempo, donde lo eterno es lo cotidiano, en las olas del mar, en el tic tac del reloj y en las estrellas nacientes.

Se disfraza en un ultrasonido, en el sonido de un corazón palpitando, y en ese filme de claroscuros que es la mejor película de la vida.

Se disfraza en ese escalofrío cuando le das la mano por fin a esa mano que tanto soñaste por tomar. En las velas de cumpleaños que se queman en los pasteles pendientes de cumplir deseos.

En las oportunidades de trabajo. En los sí a los proyectos. En los apretones de mano para cerrar tratos, en los cortes de listón en las inauguraciones. En los confetis en las celebraciones.

En la naturaleza, en las cascadas, en cada uno de los elementos. De los disfraces favoritos de Dios es el silencio.

Y se encuentra cuando te puedes sostener a ti misma la mirada en el espejo. Cuando reconoces que el disfraz favorito de Dios, eres tú.

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Paola Albarrán

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