Consumo responsable: Cómo combatir la contaminación del fast fashion

La industria de la moda es de las principales contaminantes en el planeta, cómo podemos convivir con esta idea logrando ser consumidores más éticos

Es un hecho que el fast fashion llegó para quedarse, es un concepto con el que vamos a tener que vivir y convivir siempre. Con la llegada de marcas chinas como Shein, existe también el ultra-fast fashion, que viene siendo lo mismo, pero en esteroides. No podemos ignorarlos. El fast fashion contamina y mucho, a mayor producción, mayor contaminación.

Aunque ahora resulte ser el malo del cuento, el fast fashion apareció para satisfacer necesidades en la sociedad que la moda de lujo no podía. Como por ejemplo lograr democratizar la moda, que fuera accesible para todo mundo y no solo para una elite. Que la gente pudiera tener variedad de estilo y opciones para vestir sin tener que empeñar su casa para lograrlo. Lo que no se visualizó fue lo popular que sería, lo rápidamente que se expandiría, el gran negocio que traería y con ello el deterioro ambiental y malas condiciones de trabajo que traería. El fast fashion ha creado una cultura de desperdicio, una mentalidad de consumo y un pensamiento en donde todo es desechable.

Pero no solamente el fast fashion contamina, las marcas de lujo también. Con la presión que surge por sobre producir y sacar más variedad de prendas, estilos y colecciones, las malas praxis se dan en ambas circunstancias.

El problema radica en la poca transparencia que existe en las cadenas de suministro y de producción en la industria de la moda. En donde los eslabones quedan por ahí turbios y no se puede rastrear el origen de los materiales, las condiciones en las que se labora, los salarios justos. Y es que, aunque a veces los mismos dueños de las marcas quieran hacer las cosas bien, la cadena de producción es muy larga y es ahí en donde están los problemas. No hay reportes, no hay auditorías.

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¿Qué hacer como consumidores?

Entonces, como consumidores, ¿qué podemos hacer?

Primero que nada y lo más importante es cuidar las prendas y objetos que ya tenemos. Volvamos a utilizar los servicios de zapateros, costureras y sastres para arreglar lo que ya tenemos. Aprendamos cómo se debe lavar o limpiar cada cosa para que dure más. Compremos menos y de mejor calidad, de acuerdo con nuestro presupuesto. Tengamos un 80% de nuestro guardarropa clásico, básico, fácil de combinar y solo un 20% de cosas en tendencia. Pero para esto tenemos que conocer muy bien nuestro estilo, que nos queda, que nos hace sentir bien, que nos hace brillar, cuáles son nuestros colores. Y ya con un estilo definido, sin ser presa de las tendencias de la moda, es más fácil saber en qué invertir.

Como consumidores debemos ser más curiosos, leer etiquetas, preguntar, investigar. Conocer las manos detrás de lo que consumimos. Priorizar el comercio local. Darles una segunda vida a nuestras prendas arreglándolas, intercambiándolas o bien vendiéndolas. Debemos crear una moda circular en donde reciclemos, reutilicemos y creemos ropa nueva a partir de la que tenemos.

Es un largo camino, pero por algo se empieza. Hoy todavía, las marcas de moda tienen la opción de alinearse o no con los conceptos de ASG (ambientales, sociales y de gobernanza) en unos años será a fuerza. Empezamos a ser agentes de cambio desde hoy, no como un capricho, sino como una convicción.