Panorama Web Mx > panorama social

Sigue remando

Al final, uno sobrevive a casi todo, cuando sabe que no está solo en el barco.

lamargeitor
L’amargeitor

Compartir este artículo

Facebook
Twitter
WhatsApp
Email

Este verano, decidí hacer un road trip de Phoenix a Utah con mis hijos. Originalmente, íbamos a hacerlo los tres solos y al final tuvimos la suerte de que una familia (que es como parte de nuestra familia), lo hiciera con nosotros.

Mis hijos iban con hueva, esa es la verdad. Hueva de estar en el coche por horas y “ver montañas”, pero cuando regresamos a casa la decisión fue unánime: “Ma, muchas gracias, fue el viaje más increíble” y es que sí, la naturaleza así, a lo bestia, nos maravilla, nos aterriza, nos hace entender lo insignificantes que somos y nos deja siempre con la boca abierta y ganas de más.

Resulta que, siendo la última parada de nuestro viaje y después de, efectivamente, hooooras de carretera, se nos ocurrió que era buena idea cambiar de actividad y hacer algo que a la chaviza le pareciera divertido, como, por ejemplo: una actividad de agua para alivianar el calorón y sí, efectivamente, la idea fue muy bien recibida por la juventud: ¡vamos a remar al Río Colorado!

Publicidad

Aquí puedes escuchar la columna de L’amargeitor, “Sigue remando”:

Llegamos al lugar y hora de la cita donde nos recibió un personaje muy amable y muy oloroso (maigooood a lo que olía esa persona, comentario general, incluso con todas las ventanas abiertas, apestaba) y nos depositó en una entrada al río con la instrucción de: “cuando vean el puente, llamen por teléfono para ir por ustedes, su trayecto debe tomar no más de dos horas”.

Perfecto, dos horitas en el río, en medio de esas montañas naranjas majestuosas, un día delicioso, llevábamos algunas cosas de comer (porque entre 6 pubertos siempre hay uno que tiene hambre), bloqueador, agua, sombrero, todo bien. Decidimos rentar una lancha inflable donde cabíamos 8 y unos paddle boards para ir alternando (yo, que tengo un tema de espalda, no puedo hacer paddle boarding por horas y, por lo tanto, toda esta historia que les voy a contar, sucedió en esa misma postura, en esa misma lancha).

La travesía empezó deliciosa, el río estaba lisito, el viento en la espalda nos empujaba y hacía que lo de remar fuera regalado; qué planazo, pensábamos todos. Los chavos cambiaban constantemente del paddle a la lancha, nos paramos un par de veces a descansar, comer algo, comentar el punto… todo bien.

Publicidad

La lancha, era capitaneada por alguien que sí sabe de asuntos acuáticos y nos daba instrucciones de vez en cuando y, después de un rato, ante la calma y facilidad de la actividad, decidió que él también quería hacer paddle board, así que pidió su cambio y por un rato, todo siguió funcionando bien.

article image
Foto: PICNIC-Foto, Pixabay / Ilustrativa.

When depront…(diría mi amiga Ana Francisca) el aire cambió de dirección, cosa que no entendimos, hasta que después de un rato de remar con enjundia, mi amiga y yo nos dimos cuenta de que no habíamos pasado del mismo punto en el que estábamos hacia media hora. En la lancha estábamos, el nuevo capitán, ella, unos 3 pubertos y yo. Nos dimos a la tarea de remar más fuerte, pero resulta que remar más fuerte, no es lo único que hay que hacer, cuando remas contra corriente.

Miren, después de un rato de remar sin avanzar, mi amiga, con un problema de cuello importante y agotada, dejó el barco y exigió un paddle board. Curioso que todos los que nos veían de afuera, pensaban que los de la lancha exagerábamos y una vez que se subían a remar y remar y remar y no avanzar, entendían de qué estábamos hablando, sí, siempre es muy fácil juzgar las cosas desde fuera.

Publicidad

article image
Foto: kasabubu, Pixabay / Ilustrativa.

Después de otro rato, decidimos tener una estrategia en lugar de que cada quien hiciera lo que quisiera y estar remando a lo pendejo. El capitán original fue llamado a retomar su lugar. Los 2 pubertos XY y sus musculitos, fueron colocados en las posiciones estratégicas de la lancha (sin opción a declinar) y para que la lancha pesara menos, todas las demás personas fueron deportadas a los paddle boards.

Entendimos que había que pegarse a las orillas para cubrirse del viento, en lugar de ir en medio del río y que más que remar aleatoriamente, había que remar simultáneamente.

Nuestro paseo de 2 horas ya llevaba 4 y créanme cuando les digo, que empezaba a dejar de estar cagado.

Los humores pasaron por ataques de risa, enojo, agotamiento, frustración y sí, eventualmente un poco de susto de, ¿cómo diablos vamos a salir de aquí? Cada que el río daba la vuelta, preguntábamos a gritos a los que iban hasta adelante si ya se veía el puente y cada que nos decían que no, nos sentíamos tantito más desesperados.

And yet, la única cosa que podíamos hacer…era seguir remando.

article image
Foto: Freepik / Ilustrativa.

Para estas alturas los dos XY con musculitos no era suficientes para avanzar, por lo que el otro XY abordo, el capitán, decidió ponerse a remar y dejarme a mí, el timón ¡a mí, que soy cero acuática y sé n.a.d.a de timones!: “no te preocupes, vas a aprender muy rápido, yo te voy a enseñar” me dijo, “enfócate en hacer ajustes pequeños y frecuentes, esos son los que funcionan, los grandes y radicales, solo desestabilizan el barco” - Wow, qué parecido a eso de la vida, pensé en mi cabeza, mientras aprendía-.

Cuando medio le estaba agarrando la onda a eso de coordinar mi cabeza con mi mano, para mover el timón, el remo de mi hija se rompió y tuvo que compartir la tabla con la hija de mis amigos, tomando turnos para remar y dejando una tabla sin remos para arrastrar, que, no sé si sepan pero pesa un chingo; lo sé porque la afortunada ganadora de arrastrarla ¡fui yo! haciendo un amarre con lo que quedaba del remo y una cuerda que tenía la tabla, esta, se volvió el nuevo timón y fuera de que casi pierdo el brazo las dos veces que el aire volteo la tabla (y mi brazo) creo que lo acabé haciendo bastante bien, no sin antes por supuesto, hacerlo pésimo; pero el mérito no es mío, sino de ese capitán que lejos de cagotearme, o ponerme más nerviosa, me daba indicaciones precisas y me hizo sentir tranquila (y capaz).

Mientras tanto, los ánimos se empezaban a caldear en todas las embarcaciones, las niñas estaban tan exhaustas de remar, que eventualmente optaron por darle a alguien más su tabla y tirarse al río, dejando que la corriente las llevara y avanzando más que todas las embarcaciones, ellas se volvieron quienes nos iban diciendo qué había después de cada vuelta del río que, lamentablemente, todavía no era el pinche puente y comprobando que a veces, lo que uno tiene que hacer es soltar y dejarse llevar, para avanzar.

article image
Foto: Freepik / Ilustrativa.

Fuimos pasando del enojo, a la desesperación, al trabajo en equipo; recordamos la infalible herramienta de pedir ayuda, no ayuda SOS vengan por nosotros, eso no había ni cómo, ayuda entre nosotros: ¿me cambias de lugar? ¿me dejas descansar tantito? ¿me das algo de comer? ¿tienes bloqueador? Y, eventualmente, llegamos a la aceptación, al: no hay otra forma de salir de aquí que seguir remando y ¿qué creen? para eso de la hora 5 de remar, empezamos a podernos reír de la situación comprobándome una vez más, que el sentido del humor, es el salvavidas infalible. Aclaro que la situación no nos divertía nadita, estábamos agotados, pero no servía de nada seguirse quejando. Reírse, efectivamente, aliviana cualquier cosa.

Eventualmente, después de 6 horas alguien grito “¡ahí está el (pincheeee) puenteeeee!” y créanme cuando les digo que sentí lo mismo alivio que cuando me dijeron que en un pujo más nacerían mis hijos.

No les puedo explicar el dolor de espalda, cuello y cuerpo en general, que las 6 horas en la pinche lancha remando sin parar me dejaron de recuerdo más de una semana.

Vimos a nuestro guía apestoso esperándonos en la orilla haciendo aspavientos y créanme que si no lo abrazamos no fue por no olerlo, sino por respetar su espacio vital, pero lo hubiéramos, todos, agarrado a besos (comprobando que Einstein tenía razón y que, efectivamente, cualquier cosa es relativa, incluyendo el asco).

article image
Foto: Freepik / Ilustrativa.

De regreso a casa de mis amigos, al día siguiente, estuvimos dos días molidos, todos; nos dolían hasta las pestañas y cuando por fin nos repusimos, acabamos en una cena vaciando todo lo que habíamos aprendido, o padecido, ese día y cuantas analogías tuvo nuestra aventura, con la vida, la principal siendo: lo importante que es tener un equipo y saber, hacer equipo.

Saber que ante cualquier situación hay que seguir remando. Hay que seguir buscando el puente. No importa qué pase, hay que llegar al puente. Hay que aprender a pedir ayuda. Hay que saber parar, para descansar. Que se vale enojarse y chillar tantito, pero eventualmente, tienes que volver agarrar el remo. Lo indispensable que es tener un buen líder. Y aprender a ser un buen líder. A unir al equipo. A darle confianza. A guiar. A no perder la compostura. A saber que, a veces, aunque duela, no puedes parar, el dolor muchas veces, es parte del viaje. A estar listo para aprender. A saber, que no sirve de nada remar a lo pendejo, sino que hay que saber remar. Y a nunca olvidar que no importa la mierda de situación en la que estés, siempre puedes elegir verla con sentido del humor en lugar de amargarte el momento y hacerlo peor.

Al final, uno sobrevive a casi todo, cuando sabe que no está solo en el barco.

Siempre habrá algo esperanzador en saber que no remas solo y que la única manera de avanzar es una remada a la vez. Y finalmente, la importancia que tiene aprovechar el viento a favor, saber tomar decisiones cuando sople en contra y tener presente que ningún viento dura para siempre y hay que estar siempre listos para ajustar, para bien, y para mal.

Nuestra vida nunca estuvo en peligro y me queda clarísimo que mi aventura fue una mafufada frente a muchas otras, pero créanme cuando les digo que nadie de los que estábamos ahí ese día, vamos a olvidarnos nunca del Río Colorado que, por cierto, es absolutamente espectacular.

Mención honorífica a todos los participantes de ese día, looking forward a nuestra siguiente aventura y a muchas más horas de carretera, buena música, comidas deliciosas y carcajadas.

Si quieres leer mis columnas anteriores puedes ira www.lamargeitor.com y puedes seguirme en redes (bajo tu propio riesgo) en @lamargeitor.

article image
Foto: Roselie, Pixabay / Ilustrativa.

Temas relacionados

author

L’amargeitor

Publicidad

Más noticias de columna