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VIDA LENTA: Temporada para construir

Ariadna Fuentes. Fotos: Cortesía.
Ariadna Fuentes. Fotos: Cortesía.

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El invierno tiene su propio ritmo, uno que nos invita a la calma y a mirar hacia dentro. Con días más cortos, temperaturas más bajas y una atmósfera más tranquila, esta temporada parece empujarnos a desacelerar. Es un tiempo que nos aleja del bullicio y nos dirige hacia el resguardo del hogar, hacia actividades más pausadas que nos reconecten con nosotros mismos.

La naturaleza nos da el ejemplo perfecto. Durante el invierno, muchas especies descansan o reducen su actividad, y los árboles, despojados de sus hojas, se preparan silenciosamente para la primavera. Incluso nuestro cuerpo se sincroniza con esta estación: la falta de luz natural nos lleva a producir más melatonina, haciéndonos sentir más somnolientos. Es una señal clara de que necesitamos bajar el ritmo, pero también de que es el momento ideal para construir algo desde dentro.

Después de la locura de las fiestas, enero y febrero son una oportunidad para detenernos y reflexionar sobre cómo queremos empezar el año. En lugar de lanzarnos con prisa y energía desbordada, propongo que comencemos con lentitud pero con firmeza. En este tiempo, el slow living se presenta no solo como una alternativa, sino como una necesidad. Cambiemos esa fórmula desgastante de rapidez y eficacia por un enfoque más consciente, uno que construya bases sólidas para el resto del año.

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Podemos empezar con acciones simples, pero significativas. Cocinar en casa, por ejemplo, puede ser una forma de cuidado personal y un acto de conexión con lo que nos nutre. Elegir ingredientes frescos, tal vez comprados en un mercado local, no solo es más saludable, sino que también fomenta prácticas más sostenibles. Además, preparar nuestros alimentos nos permite vivir el momento, disfrutando de los pequeños detalles en lugar de buscar soluciones rápidas como la comida para llevar.

El invierno también nos invita a descansar, a desconectarnos del frenesí de los últimos meses. Una tarde de lectura, una taza de café compartida con un amigo, o simplemente el tiempo para sentarse a reflexionar frente a una ventana son maneras de reconectar con lo esencial. Este no es un tiempo para apresurarnos, sino para prepararnos con calma, para trazar un camino claro y sólido.

Personalmente, he notado que cuando inicio enero con prisa, esa energía se diluye rápidamente y para marzo ya he abandonado mis metas. En cambio, cuando diseño un plan estructurado, con pequeñas actividades bien pensadas, logro avanzar mucho más lejos. Lo más sustentable, al final del día, es aquello que hacemos con calidad, aquello destinado a durar.

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Así como la naturaleza utiliza este tiempo para regenerarse, nosotros también podemos aprovechar el invierno para reflexionar y planear. Preguntémonos: ¿Qué queremos para este año? ¿Qué necesitamos dejar atrás? ¿Cómo podemos simplificar nuestras vidas para enfocarnos en lo realmente importante? Este ejercicio nos ayudará a construir un año más consciente, donde cada paso sea firme y significativo.

Los invito a abrazar este ritmo pausado no solo en las primeras semanas de enero, sino durante toda la temporada. Dediquemos este tiempo a reequilibrarnos, a conectar con nosotros mismos y con lo que realmente importa. Cocinemos más, reflexionemos más, disfrutemos de los momentos simples y, sobre todo, construyamos bases firmes sobre las cuales podamos florecer el resto del año.

El invierno, con su calma y su introspección, nos recuerda que no hay prisa. Que lo más valioso se construye con paciencia y que cada pausa que nos permitimos es una inversión en el futuro. Por eso el invierno es la temporada para construir con calma.

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Ariadna Fuentes

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