100 VOCES, 1 PROPÓSITO: La empatía y la solidaridad, herramientas para transformar realidades

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Angela Sepúlveda

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Publicado: 9/1/2025 · 1:37 a.m. MX | Actualizado: 9/1/2025 · 1:37 a.m. MX

He tenido la fortuna de colaborar en diversos espacios donde se hace un esfuerzo por reducir las brechas que dejan las desigualdades sociales. Sería injusto señalar solo una de estas experiencias como la que más ha marcado mi vida personal y profesional, ya que cada una de ellas me ha brindado lecciones valiosas que han contribuido a mi crecimiento.

Todas estas experiencias comparten una necesidad fundamental: ser visibilizadas y nombradas para que su lucha realmente tenga lugar. La voz de quienes enfrentan dificultades en silencio merece ser escuchada, y es nuestra responsabilidad como sociedad amplificarla.

Recuerdo hace muchos años a una joven pareja, quienes recién comenzaban a ser padres, con solo 19 años. Durante el embarazo, enfrentaron complicaciones serias. A ella le diagnosticaron anemia en el primer trimestre, y tras varias pruebas, también VIH. En aquel entonces, hablar sobre esta infección y la decisión de ser padres a pesar de no contar con los recursos necesarios, era motivo suficiente de discriminación. Afortunadamente, el equipo médico que atendió a la pareja les brindó el apoyo necesario, lo que permitió que su bebé naciera libre de VIH. Para ello, era crucial que la madre siguiera un tratamiento antiretroviral, mantuviera una carga viral indetectable, se sometiera a una cesárea y, finalmente, evitará la lactancia sustituyéndola con fórmula láctea. Aunque estos pasos pueden parecer sencillos, en una sociedad que impone un modelo ideal de maternidad y paternidad, la falta de recursos económicos y, a menudo, de información, se convierte en un obstáculo significativo.

Buscamos apoyo de marcas para iniciar un programa destinado a mujeres embarazadas que vivían con esta condición, pero mi sorpresa fue que, muchas de ellas, debido a sus políticas empresariales, se negaron a colaborar, ya que tenían programas de promoción de la lactancia materna. Esta situación me hizo reflexionar sobre la falta de programas sociales integrales para apoyar a las personas en estos procesos, pero, más importante aún, la necesidad de sensibilizar a la población sobre el papel que jugamos TODOS y TODAS ante las desigualdades sociales. Para dar pasos hacia la solidaridad es fundamental abandonar la noción de que las personas se “buscan” este tipo de problemas.

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Hasta que me puse al lado de ellos fue cuando comprendí el poder de dar voz a aquellos que son silenciados por un sistema de privilegios. En un mundo globalizado, donde lo individual es lo más importante, es responsabilidad de cada uno de nosotros aprender que el apoyo a los demás trae como resultado un mundo más justo y humano, aunque a veces no tengamos la oportunidad de verlo.

Con el tiempo, pude abrazar otras causas sociales que también me han brindado la oportunidad de conocer otras formas en las que mi trabajo puede sumar. Así llegué al México Indígena, una organización que, con 26 años de trabajo ininterrumpido, ha sumado esfuerzos en la construcción de un México justo donde los pueblos originarios no sólo son reconocidos, sino que también son protagonistas de su propia historia. La Fundación Pro México Indígena / Pro Mazahua, donde colaboro actualmente, implementa acciones integrales enfocadas en mitigar la pobreza extrema, la falta de oportunidades y la exclusión social en la que viven los pueblos originarios.

El modelo de interacción fue diseñado con un enfoque de derechos humanos, género e Interseccionalidad que resalta la importancia de fortalecer las capacidades de las personas de los pueblos originarios, para que se conviertan en actores de su propio desarrollo comunitario desde su identidad y riqueza cultural.

Los pueblos originarios de México tienen una sabiduría y riqueza que aportan mucho a nuestra sociedad, pero también tienen muchos obstáculos que vencer. La visibilidad de estas luchas es fundamental. Cada historia compartida y cada voz alzada se convierten en un ladrillo más en la edificación de un futuro donde la desigualdad y la injusticia no tengan lugar. Es nuestra responsabilidad colectiva ser parte de este cambio, actuando con conciencia y asegurando que la inteligencia artificial nunca supere la capacidad del ser humano.

Es tiempo de unir fuerzas y crear un movimiento colectivo que impulse la transformación social, recordando que cada uno de nosotros tiene el poder de ser un agente de cambio. En este camino, cada voz cuenta, y cada acción, por pequeña que sea, puede marcar la diferencia. Como dice el Popol Vuh: “Que todos se levanten, que nadie se quede atrás, que no seamos ni uno ni dos de nosotros, sino todos”.

Angela Sepúlveda