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Burnout familiar

El agotamiento después de convivencias prolongadas: análisis desde una perspectiva de culpa, dolor y mucha terapia

Burnout familiar
Si te has preguntado si es normal sentir estrés con tu familia y si es posible cambiarlo, esto te interesa. Foto: Freepik.

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Mi querido lector, hoy quiero hablar de un tema tabú: el burnout familiar. Y digo que es tabú porque es un tema delicado que puede herir susceptibilidades, pero que muchos lo sentimos, aunque el estigma social y la culpa no nos permite siquiera pensarlo, mucho menos hablarlo. Cien por ciento sé que estoy hablando desde un lugar de privilegio, el poder convivir con la familia por una o dos semanas seguidas es, sin duda, un lujo que muchos no se pueden dar y por esto me siento agradecida.

Las reuniones familiares, especialmente cuando involucran a hijos adultos que ya no viven en casa, son esperadas con ansias durante todo el año. Estas convivencias representan una oportunidad invaluable para reconectar, revivir recuerdos y fortalecer lazos afectivos. Sin embargo, también es normal experimentar sentimientos encontrados como el cansancio, la frustración o incluso la sensación de estar emocionalmente sobrepasados. Esta dualidad puede ser desconcertante y, en ocasiones, generar culpa, ya que pensamos que estos sentimientos no deberían sufrir en un contexto de amor y unión familiar.

Desde una perspectiva positiva, las reuniones familiares ofrecen una oportunidad única para disfrutar del amor, la cercanía y la conexión que muchas veces se ven limitadas por la distancia, las responsabilidades cotidianas o los compromisos laborales. Cuando los hijos ya no viven en casa, el reencuentro permite revivir el sentido de unidad y pertenencia que caracteriza a las familias. Estos reencuentros son un recuerdo del amor incondicional que une a las familias y de la importancia de celebrar juntos. La convivencia fomenta el intercambio de experiencias y fortalece los lazos afectivos, creando recuerdos que permanecerán en la memoria de todos los participantes.

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Pero, lo más importante, es que la convivencia prolongada ofrece la posibilidad de reforzar la identidad y los valores familiares, compartir historias del pasado, preparar comidas tradicionales o realizar actividades en conjunto de forma que se transmita el legado y cultura a las nuevas generaciones. Estos momentos no sólo consolidan la unión, sino que también generan un sentido de pertenencia y continuidad.

Este tiempo juntos se convierte en una oportunidad de sanar heridas del pasado, resolver conflictos y reforzar relaciones. El convivir y estar presente puede ayudar a derribar barreras emocionales y abrir puertas para una comunicación más profunda.

Peeeeero, a pesar de todos los beneficios de las convivencias familiares, también pueden ser emocional y físicamente agotadoras, especialmente cuando se extienden mucho. Es importante entender que estos sentimientos no reflejan una falta de amor hacia la familia, sino que son una respuesta natural a las demandas emocionales, logísticas y sociales de este tipo de encuentros, por varios motivos:

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1. Sobrecarga emocional: la convivencia prolongada puede generar tensiones debido a las diferencias de opiniones, hábitos y personalidades.

2. El esfuerzo por mantener un ambiente armonioso puede resultar agotador.

3. El desequilibrio en los roles, como que los padres asuman nuevos papeles como organizadores o anfitriones puede ser abrumador ya que muchas veces implica cargas adicionales de trabajo como cocinar, limpiar, planear actividades, mientras se intenta equilibrar las propias necesidades personales.

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4. Toda esta convivencia bajo un mismo techo puede limitar el tiempo y espacio personal y la privacidad, lo cual es esencial para el bienestar emocional.

5. ¡La culpa! Al sentirnos cansados o sobrepasados por todo esto nos sentimos culpables, porque debiéramos estar felices ¿o no?

Según psicólogos, las siguientes estrategias son para afrontar esta situación:

1. Establece límites saludables. Sin miedo y con claridad. Explicando con honestidad para evitar los malentendidos.

2. Delega responsabilidades. No tienes por qué asumir toda la carga, permite que todos contribuyan a la colaboración y apoyo mutuo.

3. Sé asertivo en la comunicación. Habla abiertamente de tus sentimientos, necesidades y límites para prevenir conflictos y promover un ambiente de respeto y comprensión.

4. Calidad sobre cantidad. No llenes de tantas actividades o compromisos.

El agotamiento después de convivencias prolongadas es una experiencia común y comprensible, especialmente cuando las expectativas emocionales y las demandas logísticas son altas. Reconocer y aceptar estos sentimientos sin culpa es el primer paso para manejarlos de forma saludable. Seguir las estrategias aquí expuestas es un segundo paso que puede funcionarte.

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Brenda Jaet

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