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TECHOS DE CRISTAL: Trump 2.0 y nosotras

Con la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, el tema de género podría sufrir un revés; ¿qué significa para las mujeres?

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Las acusaciones de abuso sexual contra Donald Trump, que no afectaron significativamente su elección en 2016, generaron una fuerte reacción social al año siguiente con manifestaciones masivas y el auge del movimiento #MeToo. Ahora, como el primer presidente convicto por abuso sexual, surge la preocupación sobre lo que su mandato puede significar para las mujeres.

Estados Unidos podría parecer un país donde la cultura popular celebra las luchas y logros de las mujeres, pero el panorama político evidenció otra cara. En estas elecciones, Trump obtuvo más simpatía por los grupos de hombres jóvenes, según AP VoteCast, y el 44% de las mujeres de entre 18 y 44 años.

El presidente se acercó a jóvenes en comunidades digitales conocidas como manosphere communities, donde se promueven ideas de masculinidad violenta y se culpa al feminismo y las políticas contra la violencia de sus problemas personales. La victoria de Trump, representaba para ellos una oportunidad de recuperar el lugar de su identidad en la sociedad.

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En 2016, según Caroline Criado Perez, el análisis de cómo influyó el género en apoyo a Trump ilustró que “cuanto más hostiles eran los votantes hacia las mujeres, más proclives eran a apoyarlo”.

Si el regreso al poder de esta visión del mundo ha sido celebrada por muchos, ¿cómo impactará en las mujeres? Porque aunque los ataques misóginos han estado siempre presentes en el mundo digital, la glorificación de la violencia contra las mujeres aumentó desde las elecciones en 2024, de acuerdo a Isabelle Frances-Wright, directora de tecnología en el Instituto para el Diálogo Estratégico en Estado Unidos.

Incluso a unos días del regreso de Trump, muchas empresas han eliminado sus políticas de diversidad, equidad e inclusión a pesar de que han mejorado los resultados de sus organizaciones.

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Y si las estructuras de poder masculino siguen presentándose como neutrales y objetivas, no será posible reconocer que reflejan una perspectiva masculina asumida como norma, excluyendo otras visiones que, al no estar tan arraigadas culturalmente, son vistas como minorías.

Diría Catherine Mackinnon que al identificar esto, se podría construir un sistema más equitativo, donde las mujeres no sean ignoradas, olvidadas e invisibilizadas.

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María Milo

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