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El peligroso culto a los influencers

Lo he dicho muchas veces: cuidado con los influencers que seguimos. Nos vendieron la idea de que son modelos a seguir, pero ¿qué hacen realmente? ¿A qué se dedican? ¿Qué nos están vendiendo? ¿Una vida falsa? ¿Una narrativa comprada? ¿O, en casos extremos, incluso violencia y delitos?

Caso Marianee
Foto: Pexels

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El caso de Marianne, la influencer acusada de apuñalar a la novia de su exnovio, nos obliga a reflexionar. Se aplaude su impacto en redes, se le envían productos, se le da visibilidad, sin importar si carece de moral o ética. Porque al final, lo que importa es su “influencia”, ¿no? Hasta que sucede una tragedia. Entonces, el espectáculo se cae.
Y aún así, hay quienes la defienden. Porque era delgada, porque usaba filtros, porque generaba engagement. Pero, ¿en qué momento nos convertimos en una sociedad que idolatra a personas solo por tener seguidores, sin cuestionar quiénes son o qué representan?

Existe el bien y el mal, y lo que está mal siempre estará mal, aunque lo siga una multitud. Es momento de recuperar nuestro criterio. No seamos seguidores sin pensamiento crítico. Seamos cabeza de ratón, no cola de pescado. Seamos genuinos, con fallas, con carácter, pero siempre siendo nosotros mismos.


Lo sucedido es grave. Tal vez esta tragedia haga despertar a una sociedad que sigue a influencers sin formar su propia identidad. Hoy, cualquiera puede volverse viral, pero ¿hasta cuándo las redes sociales seguirán sin regulación? ¿No es momento de establecer un mínimo de control, al menos por edad? Entiendo que cuando surgieron no sabíamos cómo manejarlas, pero ya son parte de nuestra vida, y debemos aprender a convivir con ellas de forma responsable.

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Lo más preocupante es ver a personas defendiendo lo indefendible. Y si esta influencer llegara a salir libre, mi decepción por la sociedad sería aún mayor. Pero en lugar de quedarnos en la indignación, enfoquémonos en lo que sí podemos cambiar: nuestro propio entorno. Dejemos de dar poder infinito a personas que sólo nos muestran lo que les conviene.


Cambiemos de referentes. Sigamos a quienes crean, aportan ideas, proponen. No a quienes se limitan a maquillar una realidad inexistente. Es momento de ser más exigentes con lo que consumimos y, sobre todo, con lo que validamos.
Hoy estoy enojada, lo admito. Pero, sobre todo, estoy preocupada. ¿Y tú?

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Brenda Jaet

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