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Tener voz es más importante que caer bien

Hablar y hacernos valer no es un capricho ni una actitud desafiante, es una necesidad.

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Fotos: Pexels

Desde niñas a muchas mujeres y a algunos hombres la sociedad nos enseña que ser querido es más importante que ser escuchado. A las mujeres nos educan para ser complacientes, para no incomodar y para evitar conflictos. Cuando decidimos alzar la voz, o cuando expresamos nuestras opiniones con claridad y sin rodeos, el trato hacia nosotros cambia. Dejamos de ser “lindas” y pasamos a ser “difíciles”, “altaneras” o “engreídas”.

Esta realidad ha llevado a muchas mujeres a callarse, a elegir sus palabras con extremo cuidado para no ser juzgadas. Pero ¿a qué precio? ¿vale la pena reprimir lo que sentimos para encajar? Para mí, la respuesta es no.

Si queremos avanzar como mujeres y como sociedad, debemos dejar de priorizar la aceptación de los demás sobre nuestra propia autenticidad. El miedo a no caer bien es una trampa silenciosa. El problema está justo aquí. Al elegir la comodidad de los demás sobre la de nuestra propia voz, estamos renunciando a nuestro derecho a ser escuchadas con tal de no ser juzgadas. En la sociedad hay una doble moral. Si el hombre es el que es sincero y directo es visto como un líder seguro. Pero una mujer que hace eso es calificada como difícil o mandona.

El problema mi querido lector, no es la manera cómo las mujeres hablamos, sino la incomodidad que genera ver a una mujer que no está dispuesta a suavizar su existencia para hacer sentir cómodos a los demás. Las mujeres que hablamos claro nos enfrentamos con la percepción de los demás de que estamos discutiendo. Si expresamos desacuerdo o defendemos nuestra postura, se nos acusa de ser conflictivas o tener ganas de pelear. No necesitamos disculparnos por tener opiniones fuertes ni suavizar nuestros puntos de vista. Se refuerza la idea de que la voz de los demás es más valiosa que la tuya.

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Brenda Jaet

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