El primer eslabón

Me ha costado años de lecturas, terapia, prueba y error, pero ahora puedo aceptar que hay muchas cosas y comportamientos que no quiero heredar a mis hijos: sí, me pongo el traje: soy el primer eslabón de una nueva cadena

El primer eslabón

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Seguramente has escuchado la frase: hice lo mejor que podía con lo que tenía en ese momento.

Creo que la mayoría de las madres entramos en esa categoría; entre la vorágine de cuidar a un bebé, crecerlo y educarlo, sobrevivir al desequilibrio hormonal y emocional, la casa, el trabajo, la pareja, tratamos de hacer lo mejor posible todo el tiempo. A veces sale, a veces no, pero les hablo desde el corazón de una madre, lo intentamos con todo el amor.

Hoy me doy cuenta de que a pesar de todo mi esfuerzo, hay cosas que haría de forma distinta en la relación con mis hijos, sobre todo con Analucy, la mayor. En mi afán por mantener siempre clara la jerarquía entre nosotras, me he encontrado en muchas ocasiones siendo muy dura, poco flexible y hasta impositiva con ella.

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En mi camino, he aprendido a reconocer desde qué lugar y por qué seguí ese patrón. Los hijos repetimos patrones por lealtad, ese mecanismo primario de supervivencia. Sin importar el trato ni el entorno, buscamos con ahínco la atención y aprobación de las personas de apego: es el nivel más básico de sentido de pertenencia. ¿Cómo voy a rebelarme en contra de la persona que me dio la vida? Papá y mamá son intocables y lo que ellos digan y manden es ley, merecen respeto absoluto. Esa es la creencia con la que crecí, una que no empecé a cuestionar hasta que me convertí en madre.

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Foto: Cortesía

Mi hilo de pensamiento iba más o menos así: “estoy enseñando a mi hija a poner límites, a que nadie puede obligarla a decir ni hacer nada que ella no quiera o que la haga sentir incómoda. Le enseño que tiene el derecho de expresar lo que siente y piensa, y que el respeto se gana y se cuida.” Así que… ¿con qué cara me atrevo a exigirle que no me diga ciertas cosas y que muy a su pesar debe hacer lo que yo le pida y mande? ¿Contradictorio, no? Dejemos de lado situaciones en las que corra peligro, hablo del día a día, de las costumbres, hábitos y herencias que no nos cuestionamos y que seguimos sólo porque están ahí, en lo mas profundo de nuestro subconsciente.

Me ha costado años de lecturas, terapia, prueba y error, pero ahora puedo aceptar que hay muchas cosas y comportamientos que no quiero heredar a mis hijos: sí, me pongo el traje: soy el primer eslabón de una nueva cadena. No voy a seguir a rajatabla el hilo familiar, y producto del arduo (y no siempre agradable) trabajo de autoconocimiento que he hecho. Se rompe la cadena de eslabones. Qué culpa se siente al identificar que no quieres repetir algo que hacían tus padres, ¿verdad? Pero yo tampoco me salvo de la ecuación: Analucy y Dante son hijos muy deseados y amados, y sin embargo eso no garantiza ni les evitará decepciones o incertidumbres de las que, aunque no me gusta aceptarlo, seremos responsables sus padres, o a veces incluso sólo yo. Ni hablar. Toca “apechugar” y entender que parte de maternar también es asumir la responsabilidad de las heridas infligidas a los hijos. ¿Cómo nos cambiaría la vida si los padres nos atreviéramos a reponer vínculos afectivos con los hijos? ¡Imagínatelo! Me atrevo a decir que nuestra sociedad sería otra, una más resiliente, amorosa y empática.

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Foto: Cortesía

Hay una frase con la que me he encontrado en repetidas ocasiones últimamente: hay que tener conversaciones incómodas para lograr relaciones sanas y duraderas. Y me hace todo el sentido, la inercia de la vida es ir hacia adelante, avanzar, y por lo tanto se vale modificar y mejorar, o al menos es lo que pretendo.

Me quedo con el incesante e incansable amor que mi madre siempre nos ha demostrado a mi hermana y a mí, con la generosidad y apoyo incondicional de mi padre, mi base familiar. Pero mi familia son mis hijos, mi esposo y yo. Y sí, hacemos muchas cosas de forma deliberadamente distinta y se siente bien, se siente a sanación. Es una nueva cadena de eslabones. Dentro de varios años veremos quién se deslinda de nuestras creencias para formar las suyas propias. Una nueva cadena.

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Erika De La Rosa

Mexicana y madre de dos, dispuesta a compartir las experiencias que conllevan el camino a la maternidad desde las fibras sensibles del control y la autoconfianza. Actriz de teatro y la pantalla chica, profesión que me ha llevado a vivir los estragos de equilibrar una vida entre la realidad y la ficción. Próximamente estrenaré podcast dirigido hacia el camino de la crianza consciente.

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